Resumen
El juego no es exclusivo de la infancia, también es una herramienta esencial para el bienestar de las personas mayores. Diversos estudios demuestran que jugar favorece la memoria, la atención y la prevención del deterioro cognitivo. Juegos como ajedrez, lotería, crucigramas o aplicaciones digitales de estimulación mental actúan como un “gimnasio para el cerebro”.
Además de los beneficios cognitivos, el juego mejora el estado de ánimo, reduce el estrés y ayuda a combatir la soledad, ya que fomenta la risa, la motivación y el sentido de pertenencia.
El juego en la vejez debe verse como una práctica saludable y necesaria que contribuye al envejecimiento activo, la alegría y la calidad de vida.
Introducción
Cuando hablamos de juego, solemos asociarlo con la infancia. Sin embargo, jugar no es exclusivo de los niños: las personas mayores también se benefician enormemente de las actividades lúdicas. El juego es mucho más que entretenimiento, es una herramienta poderosa para estimular la mente, fortalecer vínculos sociales y mejorar la calidad de vida en la vejez.
Beneficios cognitivos del juego
Diversas investigaciones muestran que el juego estimula las funciones cerebrales en adultos mayores, ayudando a prevenir el deterioro cognitivo. Juegos de mesa como el ajedrez, dominó o cartas, así como rompecabezas y crucigramas, fomentan la memoria, la atención y la resolución de problemas.
Por ejemplo, un estudio de Wang et al. (2020) encontró que la participación en actividades cognitivamente estimulantes redujo el riesgo de demencia en adultos mayores. Esto significa que algo tan sencillo como una partida de lotería mexicana o un sudoku diario puede convertirse en un gimnasio mental.
Beneficios emocionales
El juego no solo mantiene activa la mente, también aporta alegría. La risa, la diversión y el reto amistoso aumentan la producción de endorfinas, hormonas que mejoran el estado de ánimo y reducen el estrés. Además, en contextos de soledad o depresión, jugar en grupo brinda motivación y sentido de pertenencia.
La terapia lúdica ha mostrado efectos positivos en el manejo de la ansiedad y la depresión en adultos mayores (Fernández-Mayoralas et al., 2019).
Beneficios sociales
El juego fomenta la interacción y fortalece las relaciones sociales. Participar en torneos de cartas, juegos tradicionales o incluso videojuegos adaptados puede evitar el aislamiento social, uno de los principales factores de riesgo para la salud en la vejez.
Jugar en grupo permite compartir experiencias, contar historias y mantener vivas tradiciones culturales. Por ejemplo, abuelos y nietos que comparten videojuegos o juegos de mesa crean un puente intergeneracional que fortalece los lazos familiares.
Ejemplos de herramientas y estrategias lúdicas
Juegos tradicionales: lotería, dominó, ajedrez, cartas.
Juegos digitales: aplicaciones como Lumosity o Cognifit, diseñadas para ejercitar la memoria y la atención.
Actividades grupales: bingos comunitarios, dinámicas de rol y juegos cooperativos.
Ejercicios físicos con componente lúdico: bailes en grupo, gimnasia con música o yoga lúdico.
Estas actividades no solo mantienen la mente activa, sino que también promueven movimiento, risas y vínculos afectivos.
Conclusión
El juego en personas mayores no debe considerarse un pasatiempo infantil, sino una práctica esencial para mantener la salud integral. Incluir momentos de juego en la vida diaria favorece la memoria, la alegría y la conexión con otros. En definitiva, el juego es una medicina sin efectos secundarios, accesible y profundamente humana.
Referencias
- Fernández-Mayoralas, G., Rojo-Pérez, F., & Martínez-Martín, P. (2019). Envejecimiento activo y actividades lúdicas: Impacto en la salud mental. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 54(3), 123-131. https://doi.org/10.1016/j.regg.2018.10.002
- MidJourney. (2022). MidJourney [Generador de imágenes de inteligencia artificial]. MidJourney Research Lab. https://www.midjourney.com
- Wang, H. X., Xu, W., & Pei, J. J. (2020). Leisure activities, cognition and dementia. Biochimica et Biophysica Acta (BBA) – Molecular Basis of Disease, 1866(7), 165-179. https://doi.org/10.1016/j.bbadis.2020.165879
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